Tras varios meses en los que se buscó instalar la idea de que Daniel Scioli era el presidente "inevitable", ya casi consagrado en las urnas, el desempeño que tuvo en la primera vuelta resultó decepcionante para los propios, que se están hundiendo en la desazón.
La retórica de la épica política, carente de sustancia, los llevó a su propio callejón sin salida. A pesar de que Daniel Scioli es el más presentable de los candidatos del Frente Para la Victoria, esto no alcanzó para que lograra salir del estrecho círculo del kirchnerismo.
Convenció a los convencidos, pero no logró salir de ese margen.
Mauricio Macri, en cambio, logró ubicarse como el candidato con más expectativas para ganar la presidencia.
El escenario que veníamos planteando desde hace tiempo, de que el centro de la disputa era la Provincia de Buenos Aires, fue el que prevaleció. Allí, la candidata a gobernadora María Eugenia Vidal triunfó cómodamente sobre Aníbal Fernández, derrumbando esa idea instalada por muchos analistas políticos de que no había corte de boleta en el distrito más poblado de Argentina. Ya lo adelantamos: esa aseveración era falsa, y se comprobó abundantemente el domingo.
Daniel Scioli, que hizo toda su carrera política bajo el ala de presidentes -Menem, Duhalde, Néstor Kirchner, Cristina Fernández de Kirchner- no puede desarrollar su propia personalidad como candidato a la primera magistratura. Siempre se transformó en una copia del presidente de turno, como un Zelig de la política argentina. En el momento crucial en que estuvo al frente del escenario, sólo, como protagonista, no supo ya quién era él. De allí esa aseveración tan extraña de que habrá "más Scioli que nunca".
El triunfo de María Eugenia Vidal le ha dado una estocada letal a las ambiciones presidenciales de Daniel Scioli, a lo que se suma el desbande desordenado del Frente Para la Victoria, con acusaciones a su propio candidato. Una persona honorable defiende a su partido y candidato hasta el último momento, en las buenas y en las malas; pero esto no es así en estos días. Acostumbrados a ser una máquina de agravios, una metralla de agresión verbal, se han lanzado histéricamente a lanzar una campaña del miedo sin sustento, mostrando una debilidad pasmosa.
Sergio Massa, de reconocida habilidad, interpretó rápidamente el mapa y probablemente negocie un acuerdo de gobernabilidad con Mauricio Macri. Y así lo harán, en menor grado, Margarita Stolbizer y Adolfo Rodríguez Sáa. Cambiemos, entonces, se convertirá en el eje de una gran coalición de gobierno que puede y debe restaurar la plena vigencia de las instituciones, la independencia del Poder Judicial y el funcionamiento del Congreso como el gran escenario de los debates por venir.
¿Qué debería hacer Mauricio Macri de cara a la segunda vuelta? En principio, no prestar demasiada atención a Daniel Scioli, que está enfrascado en discusiones con Hebe de Bonafini, Carta Abierta y el resto del kirchnerismo duro. Debe ir al debate, tal como lo ha hecho poco tiempo atrás con los otros candidatos de la oposición. Mauricio Macri debe seguir hablando a los ciudadanos, ganar su confianza, ir proyectando sus grandes metas para la presidencia. Mientras Scioli se desvanece y no puede recuperar la iniciativa, Macri está transmitiendo una gran confianza de cara al mañana. En esto lo ayuda María Eugenia Vidal, la nueva estrella de la política argentina, fortalecida por su triunfo tras meses del ninguneo más desembozado por parte de sectores del periodismo y de la política.
La Banda Occidental
Una aproximación a la política argentina para lectores inquietos.
miércoles, 28 de octubre de 2015
lunes, 19 de octubre de 2015
Las dudas del 25
El próximo domingo 25 de octubre se celebrará la primera vuelta electoral en Argentina aunque, en rigor, bien podría decirse que la primera fueron las PASO (Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias).
En las PASO, Daniel Scioli no llegó al tan anhelado 40% que le abriría la puerta a la presidencia, quedando en 38,5%. De acuerdo al extraño proceso electoral argentino, hecho a la medida del Partido Justicialista en la reforma constitucional de 1994, la fórmula que obtenga 40% y una distancia de diez puntos sobre el segundo binomio, alcanza la primera magistratura. Si la fórmula más votada llega al 45%, también resulta electo.
Ahora bien: las encuestas serias parecerían indicarnos que Scioli no llega al 40%, y que Mauricio Macri está repuntando levemente, con lo que habría un ballottage en noviembre. El primero desde la reforma constitucional de 1994.
A mi criterio, la estrategia electoral de Cambiemos tiene un error y un acierto enorme. El error, en no explotar las falencias de personalidad de Daniel Scioli, un gobernador que no se atreve a formular una sola idea concreta y que, en los momentos de zozobra, se escabulló de los problemas, tal como pasó con su viaje a Italia cuando su provincia se estaba inundando. Asimismo, Scioli no tiene el control de su partido; no sólo eso, ni siquiera tiene la plena confianza del kirchnerismo, que lo tolera como un mal menor.
El gran acierto de Cambiemos es, por otro lado, en enfatizar la campaña a la gobernación de la Provincia de Buenos Aires. No sólo porque es el principal distrito con el 38% del electorado y que es gobernada actualmente por Scioli, sino por el contraste abismal entre el candidato kirchnerista Aníbal Fernández y la candidata de Cambiemos, María Eugenia Vidal.
"Analistas" que jamás estuvieron en un escrutinio, aseveran con cara de sabihondos que no hay corte de boleta en la provincia de Buenos Aires. Falso.
Como en la provincia de Buenos Aires no hay segunda vuelta para la gobernación, Vidal o Fernández ganarían con simple pluralidad de sufragios. Si María Eugenia Vidal ganara la gobernación provincial -tiene muy serias posibilidades- y Mauricio Macri fuera a un ballottage con Scioli, el candidato presidencial del Frente Para la Victoria llegaría muy debilitado y cuestionado a la elección de noviembre.
De allí que, en este tramo, tanto énfasis se esté poniendo en la figura de María Eugenia Vidal, joven de 42 años y sin cuestionamientos a su pasado. Es la gran apuesta de PRO, de Cambiemos y una política que emerge con fuerza en el escenario político.
En las PASO, Daniel Scioli no llegó al tan anhelado 40% que le abriría la puerta a la presidencia, quedando en 38,5%. De acuerdo al extraño proceso electoral argentino, hecho a la medida del Partido Justicialista en la reforma constitucional de 1994, la fórmula que obtenga 40% y una distancia de diez puntos sobre el segundo binomio, alcanza la primera magistratura. Si la fórmula más votada llega al 45%, también resulta electo.
Ahora bien: las encuestas serias parecerían indicarnos que Scioli no llega al 40%, y que Mauricio Macri está repuntando levemente, con lo que habría un ballottage en noviembre. El primero desde la reforma constitucional de 1994.
A mi criterio, la estrategia electoral de Cambiemos tiene un error y un acierto enorme. El error, en no explotar las falencias de personalidad de Daniel Scioli, un gobernador que no se atreve a formular una sola idea concreta y que, en los momentos de zozobra, se escabulló de los problemas, tal como pasó con su viaje a Italia cuando su provincia se estaba inundando. Asimismo, Scioli no tiene el control de su partido; no sólo eso, ni siquiera tiene la plena confianza del kirchnerismo, que lo tolera como un mal menor.
El gran acierto de Cambiemos es, por otro lado, en enfatizar la campaña a la gobernación de la Provincia de Buenos Aires. No sólo porque es el principal distrito con el 38% del electorado y que es gobernada actualmente por Scioli, sino por el contraste abismal entre el candidato kirchnerista Aníbal Fernández y la candidata de Cambiemos, María Eugenia Vidal.
"Analistas" que jamás estuvieron en un escrutinio, aseveran con cara de sabihondos que no hay corte de boleta en la provincia de Buenos Aires. Falso.
Como en la provincia de Buenos Aires no hay segunda vuelta para la gobernación, Vidal o Fernández ganarían con simple pluralidad de sufragios. Si María Eugenia Vidal ganara la gobernación provincial -tiene muy serias posibilidades- y Mauricio Macri fuera a un ballottage con Scioli, el candidato presidencial del Frente Para la Victoria llegaría muy debilitado y cuestionado a la elección de noviembre.
De allí que, en este tramo, tanto énfasis se esté poniendo en la figura de María Eugenia Vidal, joven de 42 años y sin cuestionamientos a su pasado. Es la gran apuesta de PRO, de Cambiemos y una política que emerge con fuerza en el escenario político.
sábado, 3 de octubre de 2015
Scioli, ausente del debate.
A casi treinta y dos años de democracia, el domingo 4 de octubre se celebrará el primer debate de candidatos presidenciales en Argentina. Y, sin embargo, quien ya avisó que estará ausente es el candidato oficialista Daniel Scioli. Su argumento -irrisorio- es que se precisa una ley que lo obligue a participar.
Más allá de esta afirmación insostenible, lo cierto es que probablemente no merezca la menor reprobación de la ciudadanía, y que su ausencia no haga la menor mella a su intención de voto para la primera vuelta. Los argentinos se han convertido en una sociedad de bajas expectativas, muy diferente a la de decenios atrás. El fuego del civismo se ha apagado y gana el cinismo más desenfrenado, como el de los candidatos de Massa que se pasan con bombos y platillos a las filas del oficialismo, exhibiendo claramente la fragilidad del armado político del ex intendente de Tigre.
En Argentina no hay una tradición de debates presidenciales, una práctica sólo existente para los candidatos a Jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. En tal sentido, Mauricio Macri ya ha participado en varias de estas confrontaciones, siendo el único de los candidatos presidenciales que tiene experiencia.
Son célebres los debates históricos de otros países: el de Richard Nixon y J. F. Kennedy en 1960, los de Giscard D'Estaing con Mitterrand, y los de la vecina República Oriental del Uruguay.
Y, no obstante, en Uruguay también el candidato oficialista no participó del debate televisivo de 2014. Tabaré Vázquez -que tenía bastante práctica en este tema- se ausentó de confrontar ideas con el resto de los candidatos. Aun así, si bien no ganó en la primera vuelta, sí logró acumular una distancia considerable con respecto a Luis Lacalle Pou, el segundo en la disputa.
Carlos Menem dejó una silla vacía en el debate que se ofreció en el programa Tiempo Nuevo, en 1989, con el entonces gobernador cordobés Eduardo Angeloz, de la UCR. ¿Sanción de la ciudadanía? Ninguna, porque Menem alcanzó la mayoría de los electores presidenciales en mayo de ese año.
Cristina Fernández de Kirchner no sólo se negó a debatir en 2007 -quien esto escribe, conoció de primera mano las gestiones realizadas por las autoridades de la Universidad de Belgrano para ser el escenario del debate, en el auditorio Sarmiento, para ser transmitido por CNN en Español-, sino que jamás tuvo contacto con el periodismo independiente durante la campaña.
En 2011, la distancia que logró Cristina Fernández de Kirchner en las PASO con respecto a sus competidores, hacía ilusorio todo reclamo de un debate.
Pero el gobernador Daniel Scioli, que en un principio adhirió a la idea, sólo busca huir de toda posibilidad de poner en evidencia que trata de mantener el apoyo del electorado kirchnerista, a la vez que cultiva una imagen de moderación que le suma cierto voto en el centro. Para Scioli, no es tiempo de cometer errores, y su aparición en un debate televisivo puede exponer las fragilidades de su gestión como gobernador y la ausencia de programa, ocultos tras slogans emotivos.
De este modo, los ciudadanos no sólo no podrán conocer las ideas de Daniel Scioli, sino tampoco observar su temple, personalidad y capacidad de diálogo.
Así, el debate será sólo de las variadas fuerzas opositoras, tal como ocurrió en el debate uruguayo de 2014.
Una vez más, se impone la imagen sobre la idea, en perjuicio de la calidad de la democracia.
lunes, 31 de agosto de 2015
Hache dos cero.
Como la olímpica diosa Hera, famosa por su furia implacable, la presidente Cristina Fernández de Kirchner se lanza en sus mensajes por cadena nacional o en su cuenta de twitter hacia quien la contradiga. Y suma un coro de funcionarios, periodistas y personajes mediáticos que la acompaña en el escarnio, la difamación y la tergiversación. Toda trayectoria es cuestionada si no se expresa conforme a los contenidos del "relato" kirchnerista; todo ciudadano crítico se vuelve sospechoso de ser destituyente en una vasta conspiración contra el gobierno. En la Argentina populista, lo que se busca es confrontar, polarizar, agredir verbalmente y amansar a los tibios.
Días atrás, la presidente -fuertemente involucrada en la campaña presidencial de su candidato, Daniel Scioli, a quien exhibe a su lado- hizo comentarios sobre los que "se disfrazan de lluvia", en alusión a la candidata a gobernadora María Eugenia Vidal, de Cambiemos, que recorrió las zonas inundadas de la Provincia de Buenos Aires. No sólo Vidal encabeza las encuestas en la provincia, sino que además su presencia contrastó visiblemente con la actitud de Scioli quien, tras las PASO, viajó a Italia mientras avanzaban las aguas. María Eugenia Vidal no se calló y respondió con altura, fiel a su estilo.
Ahora se abalanzó sobre Alejandro Corbacho, director del Departamento de Ciencia Política y Relaciones Internacionales en la Universidad del CEMA, por un artículo que escribió en Clarín en el que hizo precisiones sobre el crecimiento y ascenso del nazismo en la República de Weimar. Utilizando twitter, la presidente desató su ira y llamó "burro" a Corbacho, un reconocido académico en la Ciencia Política argentina, a la vez que se jactaba de ignorar de quién se trataba. En una cadena de tweets, la presidente denostó públicamente a Corbacho, sin duda auxiliada por asesores que buscaron justificar sus aventuradas aseveraciones citando la conocida obra de John Maynard Keynes, Las consecuencias económicas de la paz. ¿"Burro", escribió "burro"? Sí, la misma presidente que se refirió a la fórmula hache-dos-cero del agua.
Es notorio que la presidente es una persona de escasas lecturas y abundantes interpretaciones personales, que suele cometer equivocaciones en sus alocuciones públicas. Pero lejos de llamarse a un "baño de humildad", se envalentona y recurre sistemáticamente a la descalificación y el escarnio, como lo hizo hace tiempo atrás con el ministro de Economía español Luis de Guindos, al llamarlo "el pelado ese".
Además de perjudicar a toda Argentina con este tipo de manifestaciones ante la opinión pública internacional, ha creado un estilo que perjudica el debate político. El agravio se ha naturalizado, el argumento ad hominem está omnipresente en toda discusión. Y un porcentaje significativo de la ciudadanía lo considera una herramienta válida, y la premia con el sufragio.
En un país que se enorgullecía de tener destacados escritores, académicos y científicos, el aliento que desde el poder recibe el ninguneo al saber, al disenso y al pluralismo, es una señal preocupante del deterioro cultural y político que se está viviendo en la Argentina kirchnerista.
Días atrás, la presidente -fuertemente involucrada en la campaña presidencial de su candidato, Daniel Scioli, a quien exhibe a su lado- hizo comentarios sobre los que "se disfrazan de lluvia", en alusión a la candidata a gobernadora María Eugenia Vidal, de Cambiemos, que recorrió las zonas inundadas de la Provincia de Buenos Aires. No sólo Vidal encabeza las encuestas en la provincia, sino que además su presencia contrastó visiblemente con la actitud de Scioli quien, tras las PASO, viajó a Italia mientras avanzaban las aguas. María Eugenia Vidal no se calló y respondió con altura, fiel a su estilo.
Ahora se abalanzó sobre Alejandro Corbacho, director del Departamento de Ciencia Política y Relaciones Internacionales en la Universidad del CEMA, por un artículo que escribió en Clarín en el que hizo precisiones sobre el crecimiento y ascenso del nazismo en la República de Weimar. Utilizando twitter, la presidente desató su ira y llamó "burro" a Corbacho, un reconocido académico en la Ciencia Política argentina, a la vez que se jactaba de ignorar de quién se trataba. En una cadena de tweets, la presidente denostó públicamente a Corbacho, sin duda auxiliada por asesores que buscaron justificar sus aventuradas aseveraciones citando la conocida obra de John Maynard Keynes, Las consecuencias económicas de la paz. ¿"Burro", escribió "burro"? Sí, la misma presidente que se refirió a la fórmula hache-dos-cero del agua.
Es notorio que la presidente es una persona de escasas lecturas y abundantes interpretaciones personales, que suele cometer equivocaciones en sus alocuciones públicas. Pero lejos de llamarse a un "baño de humildad", se envalentona y recurre sistemáticamente a la descalificación y el escarnio, como lo hizo hace tiempo atrás con el ministro de Economía español Luis de Guindos, al llamarlo "el pelado ese".
Además de perjudicar a toda Argentina con este tipo de manifestaciones ante la opinión pública internacional, ha creado un estilo que perjudica el debate político. El agravio se ha naturalizado, el argumento ad hominem está omnipresente en toda discusión. Y un porcentaje significativo de la ciudadanía lo considera una herramienta válida, y la premia con el sufragio.
En un país que se enorgullecía de tener destacados escritores, académicos y científicos, el aliento que desde el poder recibe el ninguneo al saber, al disenso y al pluralismo, es una señal preocupante del deterioro cultural y político que se está viviendo en la Argentina kirchnerista.
viernes, 28 de agosto de 2015
La persistencia de DOS
Y no: contrariamente a lo que el autor de este blog había supuesto, las primeras encuestas posteriores a las PASO siguen mostrando la persistencia de Daniel Osvaldo Scioli en torno al 40%, en tanto que Mauricio Macri se sitúa en el 32%. Más atrás, Sergio Massa sigue perseverando con un 16%, quizás porque los votantes de José Manuel de la Sota aún no se han definido por él, o bien están migrando hacia el kirchnerismo y Cambiemos.
Lo cierto es que, si los sondeos muestran el mapa de preferencias, a Daniel Osvaldo Scioli no lo han afectado las inundaciones en la Provincia de Buenos Aires, su fugaz viaje a Italia durante ese desastre, ni las escandalosas elecciones celebradas en Tucumán.
Para los sectores más vulnerables de la sociedad argentina, la prioridad es preservar lo que tienen, y el kichnerismo se funda en el miedo a que se vuelva a vivir una crisis como la del 2001. A pesar de que la inflación golpea más duro en esos sectores, optan por aquello que les resulta conocido, resignándose. Argentina se ha convertido en una sociedad de bajas expectativas, en la que la movilidad social ascendente se reduce a tener unas pocas comodidades más, pero no un salto cualitativo en el nivel de vida. Como si el esfuerzo para el ascenso social fuera un ensueño de otro mundo, una fantasía a la que no vale la pena plegarse en una realidad que poco y nada tiene para ofrecer. A esta narrativa fatalista se añade la práctica despiadada del kirchnerismo de demolición de la crítica, como la que se desató contra Carlos Tévez cuando comentó sobre la pobreza en Formosa. Rápidamente se puso en marcha el operativo de descalificación, al llamarlo "villerito europeizado", estigmatización a la que se sumó el gobernador Insfrán cuando calificó a los porteños de "europeos en el exilio". No se debate sobre la pobreza, sino que se hunde en insultos a quien señala su existencia.
Pero Scioli no tiene asegurada la presidencia y sigue sin tener la iniciativa. Los referentes de la oposición están varias jugadas adelantadas en este tablero, ahora exigiendo la implementación de la boleta única electrónica, con el fin de garantizar elecciones limpias. En la Ciudad Autónoma de Buenos Aires resultó exitosa, y no hay motivos para no llevarla adelante en todo el territorio argentino.
La cuestión es, entonces, ¿cómo transmitir la necesidad de cuidar las instituciones ante una ciudadanía mayormente apática, que observa estas discusiones como si no la afectara, y que se ha vuelto conformista? Un cambio cultural de esta magnitud no se logra en dos meses, pero sí hay posibilidades de horadar esta frágil fortaleza en la que se sostiene el kirchnerismo.
Daniel Osvaldo Scioli representa un sistema operativo que ha quedado obsoleto, se mantiene a fuerza de inercia, mientras buena parte del mundo está dando pasos gigantes hacia otros esquemas de acción y pensamiento. Encarna el fatídico "es lo que hay", lamentándose en excusas por las inundaciones, el cambio climático y la campaña de la oposición. Pero en tanto siga en ese camino, sólo ofreciendo "optimismo y esperanza", su figura se irá desgastando en lo que queda hasta los comicios de octubre. En un país que quiere mandatarios ejecutivos, Daniel Osvaldo Scioli no transmite esa imagen.
¿La oposición capitalizará estos gruesos errores del Frente Para la Victoria? Esa es la pregunta a responder.
miércoles, 26 de agosto de 2015
Scioli y su ruina circular.
Desde que el 9 de agosto obtuvo el 38.5% de los votos en las PASO, Daniel Scioli viene padeciendo una serie de traspiés -propios o de su entorno- que llevan a poner en duda su capacidad de gobierno. Ha perdido la iniciativa, se mueve por impulsos defensivos, se excusa una y otra vez.
Atrapado en el estrecho círculo kirchnerista, un anillo de hierro que no le permite apartarse una letra del libreto establecido, gira y gira en torno a un "proyecto" que hace agua.
Tres de los candidatos presidenciales de la oposición, Mauricio Macri (Cambiemos), Sergio Massa (UNA) y Margarita Stolbizer (Progresistas) realizaron una conferencia de prensa conjunta para exigir comicios limpios en octubre, así como para respaldar al candidato a gobernador José Cano, de Tucumán, de extracción radical. Una foto impensable hace pocos meses atrás, que sólo los desmanes del gobernador Alperovich y su troupe podían lograr.
Esa circularidad monótona en la que se desplaza Daniel Scioli es su propia ruina, porque no se puede desentender del kirchnerismo que le brinda un tercio del electorado. Pero tampoco, por su carácter maleable, le permite poner sus propias reglas a un peronismo K que está mostrando señales de crisis. Alperovich, Insfrán, Milagro Sala, Axel Kicillof, Aníbal Fernández, son las caras visibles de ese movimiento desgastado, repetitivo, de eterno retorno a las mismas ideas y discursos.
Desde su trono olímpico, Cristina Fernández de Kirchner sigue echando rayos enfurecidos cuando realiza sus más que frecuentes cadenas nacionales, desdibujando aún más a la figura de su candidato a la sucesión.
A la interrogante habitual de si un presidente no kirchnerista -Macri o Massa- podría gobernar, hoy la pregunta se vuelve como un boomerang hacia Daniel Scioli: ¿podrá gobernar o será una mera figura decorativa, vaciada de contenido y fuerza, mientras Cristina Fernández de Kirchner permanecería manejando los hilos de la marioneta a escondidas? Personajes que han acumulado tanto poder y dinero en doce años, gozando de impunidad y soberbia, no se irán tranquilamente a sus hogares a cultivar bonsai o jugar al tute. Utilizarán todos los recursos que ahora disponen para poner obstáculos y, de ganar Scioli, acumularán más poder que ahora.
¿Qué pierde Cristina Fernández de Kirchner si Scioli es derrotado? Si bien pierde una fuerte garantía de impunidad, quedaría como jefa de la oposición. No será ella la derrotada, sino Scioli, alguien que no es de su entorno íntimo. ¿Quiere que gane Scioli? Muy probablemente sí, pero tampoco la desvela sentar al motonauta en el sillón de Rivadavia, con el que debería compartir protagonismo.
Ni Macri ni Massa son Fernando de la Rúa, otro personaje de escaso carácter como Scioli. La oposición también ha aprendido de los errores cometidos por la Alianza, de cuyo componente frepasista se viene nutriendo el kirchnerismo desde los inicios.
En términos ajedrecísticos, Scioli juega con las piezas negras y no ve las jugadas con anticipación. Está siendo jaqueado una y otra vez, por lo que sólo atina a escudarse tras algunas piezas de dudosa confiabilidad. Si bien aún no se conocen sondeos posteriores a las PASO, es sumamente probable que estos vayan señalando el deterioro de Scioli. Ese desgaste llega a la propia provincia de la que Scioli sigue siendo gobernador hasta diciembre, en donde su candidato Aníbal Fernández está siendo aventajado por María Eugenia Vidal, que sigue sumando adhesiones, dándole un golpe letal a la aspiración de un nuevo período presidencial del Frente Para la Victoria.
La oposición, por su lado, va dando muestras de madurez con vistas a acordar políticas de largo plazo, y en este sentido se inscribe el artículo del ex canciller Dante Caputo en La Nación. Ya se están desvaneciendo las viejas sospechas entre centroizquierda y centroderecha, porque lo que está en juego es la democracia, para que no derive en una parodia al estilo chavista-madurista.
Atrapado en el estrecho círculo kirchnerista, un anillo de hierro que no le permite apartarse una letra del libreto establecido, gira y gira en torno a un "proyecto" que hace agua.
Tres de los candidatos presidenciales de la oposición, Mauricio Macri (Cambiemos), Sergio Massa (UNA) y Margarita Stolbizer (Progresistas) realizaron una conferencia de prensa conjunta para exigir comicios limpios en octubre, así como para respaldar al candidato a gobernador José Cano, de Tucumán, de extracción radical. Una foto impensable hace pocos meses atrás, que sólo los desmanes del gobernador Alperovich y su troupe podían lograr.
Esa circularidad monótona en la que se desplaza Daniel Scioli es su propia ruina, porque no se puede desentender del kirchnerismo que le brinda un tercio del electorado. Pero tampoco, por su carácter maleable, le permite poner sus propias reglas a un peronismo K que está mostrando señales de crisis. Alperovich, Insfrán, Milagro Sala, Axel Kicillof, Aníbal Fernández, son las caras visibles de ese movimiento desgastado, repetitivo, de eterno retorno a las mismas ideas y discursos.
Desde su trono olímpico, Cristina Fernández de Kirchner sigue echando rayos enfurecidos cuando realiza sus más que frecuentes cadenas nacionales, desdibujando aún más a la figura de su candidato a la sucesión.
A la interrogante habitual de si un presidente no kirchnerista -Macri o Massa- podría gobernar, hoy la pregunta se vuelve como un boomerang hacia Daniel Scioli: ¿podrá gobernar o será una mera figura decorativa, vaciada de contenido y fuerza, mientras Cristina Fernández de Kirchner permanecería manejando los hilos de la marioneta a escondidas? Personajes que han acumulado tanto poder y dinero en doce años, gozando de impunidad y soberbia, no se irán tranquilamente a sus hogares a cultivar bonsai o jugar al tute. Utilizarán todos los recursos que ahora disponen para poner obstáculos y, de ganar Scioli, acumularán más poder que ahora.
¿Qué pierde Cristina Fernández de Kirchner si Scioli es derrotado? Si bien pierde una fuerte garantía de impunidad, quedaría como jefa de la oposición. No será ella la derrotada, sino Scioli, alguien que no es de su entorno íntimo. ¿Quiere que gane Scioli? Muy probablemente sí, pero tampoco la desvela sentar al motonauta en el sillón de Rivadavia, con el que debería compartir protagonismo.
Ni Macri ni Massa son Fernando de la Rúa, otro personaje de escaso carácter como Scioli. La oposición también ha aprendido de los errores cometidos por la Alianza, de cuyo componente frepasista se viene nutriendo el kirchnerismo desde los inicios.
En términos ajedrecísticos, Scioli juega con las piezas negras y no ve las jugadas con anticipación. Está siendo jaqueado una y otra vez, por lo que sólo atina a escudarse tras algunas piezas de dudosa confiabilidad. Si bien aún no se conocen sondeos posteriores a las PASO, es sumamente probable que estos vayan señalando el deterioro de Scioli. Ese desgaste llega a la propia provincia de la que Scioli sigue siendo gobernador hasta diciembre, en donde su candidato Aníbal Fernández está siendo aventajado por María Eugenia Vidal, que sigue sumando adhesiones, dándole un golpe letal a la aspiración de un nuevo período presidencial del Frente Para la Victoria.
La oposición, por su lado, va dando muestras de madurez con vistas a acordar políticas de largo plazo, y en este sentido se inscribe el artículo del ex canciller Dante Caputo en La Nación. Ya se están desvaneciendo las viejas sospechas entre centroizquierda y centroderecha, porque lo que está en juego es la democracia, para que no derive en una parodia al estilo chavista-madurista.
martes, 25 de agosto de 2015
Échale la culpa al Norte.
Aníbal Fernández, el locuaz sofista Jefe de Gabinete de ministros de Argentina, ha recurrido a su batería de acusaciones para desentenderse de la represión en Tucumán, en donde los miles de ciudadanos que se manifestaron en la plaza recibieron balas de goma como respuesta.
El Norte, siempre el Norte, ese pérfido hemisferio que busca desestabilizar al cándido Sur. El Norte, concepto que no sabemos si abarca a los hiperbóreos inuit en el Ártico y la policía montada de Canadá, o si sólo se circunscribe a la Casa Blanca y al Departamento de Estado que, siempre envuelto en neblinas conspirativas, también es conocido como Foggy Bottom. La máquina trituradora del disenso que ha montado el kirchnerismo reúne a todos los actores posibles en una misma bolsa: Cambiemos, Macri, Massa, Cano, Carrió, Laura Alonso y "el Norte", esa porción del mundo de donde brotan terribles designios y se emiten instrucciones a sus "alcahuetes".
Vieja metodología stalinista, archiconocida teoría conspirativa, todo sirve para evadir responsabilidades. El culpable es el otro, porque sólo el kirchnerismo tiene el monopolio del amor, del bien y de la Patria.
Y descubrimos que el Jefe de Gabinete es un hombre entrado en años, ya anciano, ya que Aníbal Fernández asevera que no supo de la represión en Tucumán porque "estaba durmiendo" a hora temprana, en un país de noctámbulos. Lo que importa es evadir responsabilidades, echar la culpa a otro, al Norte, a las fuerzas del mercado o a los reptilianos. Se nutre del prejuicio muy argentino de que el planeta está atento y enfocado a cuanto ocurre en esta nación sudamericana.
Más allá del cinismo practicado a cada minuto por Aníbal Fernández, lo preocupante es que la violencia se está naturalizando en Argentina. Se acepta como un hecho típico y hasta picaresco la quema de urnas, el robo de boletas, el reparto de bolsas de comida, los telegramas que asignan a Scioli el 105% de los votos. A la violencia verbal se está sumando la violencia física, rasgo típico del fascismo, y el Norte -argentino- está siendo el escenario de una virulencia que es inaceptable en un Estado de Derecho. A la muerte del militante radical Jorge Ariel Velázquez en Jujuy, se agregan la represión con balas de goma en Tucumán y los insultos, de funcionarios formoseños, al popular deportista Carlos Tévez. El recurso desembozado de la agresión, del maltrato y de la sospecha sistemática hacia todo aquel que se expresa libremente.
El vocabulario fue pervertido: al "pluralismo", que significa diversidad de voces, se lo reemplazó por "pluralidad", que significa "mayoría". Porque lo importante es contar con una mayoría para acreditar la verdad, como si fuese una cuestión meramente estadística y plebiscitaria.
Y en este clima enrarecido que se vive en camino a las elecciones generales, el kirchnerismo se empeña en mostrar impunidad y desmesura. Daniel Scioli, el candidato Zelig que quiere ser amigo de todos, se empeña en ser aceptado por los gobernadores José Alperovich y Gildo Insfrán, y por la militante filofascista Milagro Sala. Necesita sus votos, sí, pero a la vez se hunde con ellos, tal como lo hizo Ítalo Argentino Luder en 1983.
El desafío del próximo gobierno, si es que triunfa la oposición en octubre o noviembre, será revertir esa perversa naturalización de la violencia -verbal y física-, de la utilización política del Estado, y reconstruir los conceptos básicos de ciudadanía, derechos, disenso, debate, control parlamentario, independencia del Poder Judicial, dignidad e imperio de la Ley. De otro modo, la Constitución será letra muerta.
El Norte, siempre el Norte, ese pérfido hemisferio que busca desestabilizar al cándido Sur. El Norte, concepto que no sabemos si abarca a los hiperbóreos inuit en el Ártico y la policía montada de Canadá, o si sólo se circunscribe a la Casa Blanca y al Departamento de Estado que, siempre envuelto en neblinas conspirativas, también es conocido como Foggy Bottom. La máquina trituradora del disenso que ha montado el kirchnerismo reúne a todos los actores posibles en una misma bolsa: Cambiemos, Macri, Massa, Cano, Carrió, Laura Alonso y "el Norte", esa porción del mundo de donde brotan terribles designios y se emiten instrucciones a sus "alcahuetes".
Vieja metodología stalinista, archiconocida teoría conspirativa, todo sirve para evadir responsabilidades. El culpable es el otro, porque sólo el kirchnerismo tiene el monopolio del amor, del bien y de la Patria.
Y descubrimos que el Jefe de Gabinete es un hombre entrado en años, ya anciano, ya que Aníbal Fernández asevera que no supo de la represión en Tucumán porque "estaba durmiendo" a hora temprana, en un país de noctámbulos. Lo que importa es evadir responsabilidades, echar la culpa a otro, al Norte, a las fuerzas del mercado o a los reptilianos. Se nutre del prejuicio muy argentino de que el planeta está atento y enfocado a cuanto ocurre en esta nación sudamericana.
Más allá del cinismo practicado a cada minuto por Aníbal Fernández, lo preocupante es que la violencia se está naturalizando en Argentina. Se acepta como un hecho típico y hasta picaresco la quema de urnas, el robo de boletas, el reparto de bolsas de comida, los telegramas que asignan a Scioli el 105% de los votos. A la violencia verbal se está sumando la violencia física, rasgo típico del fascismo, y el Norte -argentino- está siendo el escenario de una virulencia que es inaceptable en un Estado de Derecho. A la muerte del militante radical Jorge Ariel Velázquez en Jujuy, se agregan la represión con balas de goma en Tucumán y los insultos, de funcionarios formoseños, al popular deportista Carlos Tévez. El recurso desembozado de la agresión, del maltrato y de la sospecha sistemática hacia todo aquel que se expresa libremente.
El vocabulario fue pervertido: al "pluralismo", que significa diversidad de voces, se lo reemplazó por "pluralidad", que significa "mayoría". Porque lo importante es contar con una mayoría para acreditar la verdad, como si fuese una cuestión meramente estadística y plebiscitaria.
Y en este clima enrarecido que se vive en camino a las elecciones generales, el kirchnerismo se empeña en mostrar impunidad y desmesura. Daniel Scioli, el candidato Zelig que quiere ser amigo de todos, se empeña en ser aceptado por los gobernadores José Alperovich y Gildo Insfrán, y por la militante filofascista Milagro Sala. Necesita sus votos, sí, pero a la vez se hunde con ellos, tal como lo hizo Ítalo Argentino Luder en 1983.
El desafío del próximo gobierno, si es que triunfa la oposición en octubre o noviembre, será revertir esa perversa naturalización de la violencia -verbal y física-, de la utilización política del Estado, y reconstruir los conceptos básicos de ciudadanía, derechos, disenso, debate, control parlamentario, independencia del Poder Judicial, dignidad e imperio de la Ley. De otro modo, la Constitución será letra muerta.
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