sábado, 3 de octubre de 2015

Scioli, ausente del debate.


A casi treinta y dos años de democracia, el domingo 4 de octubre se celebrará el primer debate de candidatos presidenciales en Argentina. Y, sin embargo, quien ya avisó que estará ausente es el candidato oficialista Daniel Scioli. Su argumento -irrisorio- es que se precisa una ley que lo obligue a participar.
Más allá de esta afirmación insostenible, lo cierto es que probablemente no merezca la menor reprobación de la ciudadanía, y que su ausencia no haga la menor mella a su intención de voto para la primera vuelta. Los argentinos se han convertido en una sociedad de bajas expectativas, muy diferente a la de decenios atrás. El fuego del civismo se ha apagado y gana el cinismo más desenfrenado, como el de los candidatos de Massa que se pasan con bombos y platillos a las filas del oficialismo, exhibiendo claramente la fragilidad del armado político del ex intendente de Tigre.
En Argentina no hay una tradición de debates presidenciales, una práctica sólo existente para los candidatos a Jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. En tal sentido, Mauricio Macri ya ha participado en varias de estas confrontaciones, siendo el único de los candidatos presidenciales que tiene experiencia.
Son célebres los debates históricos de otros países: el de Richard Nixon y J. F. Kennedy en 1960, los de Giscard D'Estaing con Mitterrand, y los de la vecina República Oriental del Uruguay.
Y, no obstante, en Uruguay también el candidato oficialista no participó del debate televisivo de 2014. Tabaré Vázquez -que tenía bastante práctica en este tema- se ausentó de confrontar ideas con el resto de los candidatos. Aun así, si bien no ganó en la primera vuelta, sí logró acumular una distancia considerable con respecto a Luis Lacalle Pou, el segundo en la disputa.
Carlos Menem dejó una silla vacía en el debate que se ofreció en el programa Tiempo Nuevo, en 1989, con el entonces gobernador cordobés Eduardo Angeloz, de la UCR. ¿Sanción de la ciudadanía? Ninguna, porque Menem alcanzó la mayoría de los electores presidenciales en mayo de ese año.
Cristina Fernández de Kirchner no sólo se negó a debatir en 2007 -quien esto escribe, conoció de primera mano las gestiones realizadas por las autoridades de la Universidad de Belgrano para ser el escenario del debate, en el auditorio Sarmiento, para ser transmitido por CNN en Español-, sino que jamás tuvo contacto con el periodismo independiente durante la campaña. 
En 2011, la distancia que logró Cristina Fernández de Kirchner en las PASO con respecto a sus competidores, hacía ilusorio todo reclamo de un debate.
Pero el gobernador Daniel Scioli, que en un principio adhirió a la idea, sólo busca huir de toda posibilidad de poner en evidencia que trata de mantener el apoyo del electorado kirchnerista, a la vez que cultiva una imagen de moderación que le suma cierto voto en el centro. Para Scioli, no es tiempo de cometer errores, y su aparición en un debate televisivo puede exponer las fragilidades de su gestión como gobernador y la ausencia de programa, ocultos tras slogans emotivos.
De este modo, los ciudadanos no sólo no podrán conocer las ideas de Daniel Scioli, sino tampoco observar su temple, personalidad y capacidad de diálogo.
Así, el debate será sólo de las variadas fuerzas opositoras, tal como ocurrió en el debate uruguayo de 2014.
Una vez más, se impone la imagen sobre la idea, en perjuicio de la calidad de la democracia.

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