Se cuenta que el gobernador y militar Grigori Potëmkin (se pronuncia Patiómkin en ruso) organizó un periplo de la zarina Catalina II de Rusia por la península de Crimea, pocos años antes conquistada por el Imperio Ruso. En ese viaje, contempló maravillada varias aldeas en las que la gente vivía alegre y próspera gracias a la ingente labor del gobernador.
Pero estas aldeas, bautizadas luego como "aldeas Potëmkin", no eran más que una fachada, una escenografía dispuesta para asombrar a la zarina y su comitiva. Eran bastidores que se montaban y desmontaban con el paso de la poderosa zarina.
¿Engañada o se dejó engañar, en una simulación silenciosa y cómplice?
Lo cierto es que las "aldeas Potëmkin" se siguen montando y desmontando una y otra vez en la campaña electoral argentina, muy lejos de la atribulada península de Crimea, y con otros actores que, también, simulan creer en esas escenografías de felicidad. ¿Cuáles son estas nuevas aldeas?
Aldeas Potëmkin son grandes los actos multitudinarios y las caravanas, a las que concurren miles de personas enfervorizadas. No son más que montajes de líderes locales e intendentes que llevan a los suyos, para demostrar un "baño de masas" al candidato de turno. ¿Personas comunes, sin militancia ni adhesión partidaria? Poco o nada, alejadas por estas marejadas de banderas partidarias. Aldeas Potëmkin son las encuestas que circulan en muchos medios de comunicación, hechas a medida, como si fuesen confeccionadas por diestros sastres, para el regocijo del candidato.
Los más memoriosos recordarán un slogan de tiempos de la olvidable presidente María Estela Martínez de Perón (a) Isabel -peronista o justicialista-: "Argentina potencia". Esta idea, que forma parte del imaginario febril de muchos argentinos, que cree que el país sudamericano tiene un rol fundamental y central en los destinos planetarios, no era sino otra pieza más de un gran rompecabezas del ilusionismo que encandila a millones de ciudadanos argentinos. Argentina no sólo no era potencia, sino que además en las calles se libraba una lucha abierta entre facciones armadas del partido gobernante, una de ellas manejada por el siniestro José López Rega, entonces ministro de Bienestar Social -ironía atroz-. "Argentina potencia" era otra versión, setentista, de "Argentina Potëmkin", como la que ahora inaugura un fastuoso y costoso centro cultural con el nombre de alguien que no era, precisamente, un hombre culto.
Estas aldeas Potëmkin son burdos montajes, que se arman y desarman a la vista de todos. Algunos simulan creer porque son útiles para los mitos convocantes que estimulan la imaginación, ensueños de grandeza que paralizan la acción.
¿Hasta cuándo durarán estas escenografías? Hasta que el ciudadano común, de a pie, que no responde a ninguna estructura política ni recibe nada de los intendentes, se harte y mire del otro lado del montaje y, tras él, observe el mundo real que se pretende ocultar. Me permito ser optimista y creer que, un buen día, los espectadores pasarán a ser protagonistas y derribarán esas teatralizaciones simplonas de cartón y papel maché.
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