"No nos une el amor, sino el espanto; será por eso que la quiero tanto", escribió alguna vez Jorge Luis Borges.
¿Futurismo borgeano anticipando la coalición opositora que se está gestando en Argentina?
Tras varios años de estar en una meseta entre el 10 y 12% de intención de voto para presidente, Mauricio Macri logró despegar a comienzos de este año y hoy se perfila como la gran opción opositora para las elecciones de este año. Tras dos períodos consecutivos como Jefe de Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires -la constitución local le impide un tercer mandato-, Macri no tiene otra opción que presentarse para la primera magistratura, que fue siempre su norte.
Tras años de ser demonizado como "la derecha", su gestión en la Ciudad aventó los espectros que lo intentan presentar como un ultraprivatizador desalmado. Macri se escapa de las taxonomías, siempre rígidas y fáciles para la tribuna, y ha logrado articular una alianza del PRO con la Coalición Cívica -léase, Elisa Carrió- y la Unión Cívica Radical.
En principio, el 10 de junio se inscribirá la alianza entre PRO, UCR y CC para participar juntos en las PASO (Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias) y dirimir una candidatura presidencial en común, con vistas a la primera vuelta de octubre y, eventualmente, la segunda en noviembre. El PRO (Propuesta Republicana) tendrá como candidato a Mauricio Macri, la UCR a Ernesto Sanz y la Coalición Cívica a Elisa Carrió. Las encuestas anticipan que Macri ganará por amplio margen esa elección, pero la alianza incluye listas comunes de legisladores en varias provincias, así como acuerdos para competir unidos en algunas gobernaciones.
El partido más organizado de la oposición es el radicalismo. De hecho, es un partido en el sentido clásico del término, con autoridades constituidas a nivel nacional y en cada provincia, con una convención nacional y comité nacional. Esto es parte del ADN constitutivo del radicalismo: en 1889, llegaron a Buenos Aires dos ejemplares del libro American Commonwealth, de James Bryce, que explicaba la forma de organización de los partidos en Estados Unidos. De sus páginas aprendieron Virgilio Tedín y José Nicolás Matienzo, y propusieron ese modelo para un nuevo partido que estaba naciendo: la Unión Cívica, del que en 1891 se desprendió la Unión Cívica Radical. Al radicalismo se le puede criticar su falta de eficacia en el gobierno, su excesivo apego al discurso como forma de hacer política, pero no se puede negar su vocación democrática ni su presencia territorial. Fuertemente apegado -y para bien- a preservar sus instituciones internas, a comienzos de este año celebró una convención nacional en Entre Ríos, en donde se decidió celebrar una alianza nacional con PRO, y que la candidatura presidencial de la UCR sería la del senador Ernesto Sanz, de Mendoza. Este hecho, en medio de la tempestad antipartidos que se vivió en los últimos años en Argentina, fue refrescante. Fue así como la UCR decidió, en su mayoría, aliarse a PRO y no al Frente Renovador de Sergio Massa, asestándole un duro golpe a sus aspiraciones presidenciales.
No obstante, como Argentina es un país federal, también hay coaliciones en cada provincia que no necesariamente se reflejan en la nacional. Pero también el PRO fue tejiendo estas alianzas en cada provincia, como en Córdoba, Entre Ríos, Tucumán, Jujuy, creando alternativas electoralmente competitivas, a las que también se sumó la variante local del Frente Renovador. Asimismo, esta alianza también se logró en la provincia de Buenos Aires, en la que la fórmula es encabezada por María Eugenia Vidal (PRO) y sería secundada por un vicegobernador radical, probablemente un intendente.
¿Por qué Mauricio Macri necesita al radicalismo? Esta alianza le abre las puertas a sectores de las clases medias urbanas que miran con recelo a Macri, así como le brindan un despliegue territorial no sólo en cada provincia, sino también en cada municipio. Es un partido centenario, que tuvo varios presidentes de la Nación en su historial y que, a pesar de los dos mandatos truncos de Alfonsín y De la Rúa, tiene la bancada legislativa opositora más numerosa en las dos cámaras del Congreso.
¿Por qué el radicalismo necesita a Macri? La UCR no tiene un candidato presidencial con chances de ganar o, por lo menos, de atraer a quienes fueron sus electores en el pasado reciente. Si bien la tradición yrigoyenista del radicalismo fue francamente hostil a la celebración de acuerdos con otras fuerzas políticas, la situación posterior a la crisis del 2001 obligó a este centenario partido a reconsiderar sus posiciones del pasado, por una cuestión de supervivencia. Aun así, sostener la precandidatura de Ernesto Sanz en las PASO es vital para la UCR y la alianza que sostiene con PRO, ya que de otro modo esa porción de votos podrían migrar hacia la precandidatura de Margarita Stolbizer, una ex radical ahora aliada al Partido Socialista.
Los radicales son respetuosos de las instituciones y también del veredicto de las urnas: si Mauricio Macri gana las PASO de esta coalición opositora, se encolumnarán detrás de su candidatura rumbo a octubre.
Por fuera de esta coalición quedarán las expresiones de la izquierda trotskista, el Partido Socialista, algunas expresiones peronistas disidentes y, terciando en las encuestas y por ahora sin lograr un acuerdo con PRO, el Frente Renovador de Sergio Massa.
¿Que une a esta coalición de PRO-UCR-CC? Claramente, los une el espanto. No hay amor, sino que hay espanto ante los años de atropello a las instituciones, el Estado de Derecho y las normas básicas de la honradez. Los une el espanto ante la continuidad light que propone el gobernador Daniel Scioli, principal precandidato presidencial del Frente Para la Victoria.
Esta elección es un torneo de espantos: si bien CFK utilizó el slogan "la fuerza del amor", su principal latiguillo es el miedo al retorno a los "satánicos" años noventa -los de Carlos Menem, senador aliado al bloque del Frente Para la Victoria-, a un nuevo gobierno radical, a las paranoicas conspiraciones planetarias contra Argentina. El kirchnerismo se espanta de un pasado dibujado a su medida; esta coalición opositora se une por el espanto ante un presente que puede prolongarse por cuatro años más.
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