Un fenómeno que cobró fuerza en los últimos años de la democracia argentina, es el creciente protagonismo de los intendentes del conurbano bonaerense. La Provincia de Buenos Aires concentra el 38% del electorado argentino, y el conurbano, ese conglomerado de ciudades que rodean a la Ciudad Autónoma de Buenos Aires -que no es parte de la provincia-, suman el 23% del electorado total del país.
Los intendentes son como los peones del ajedrez: primera línea de combate por su cercanía al elector, con dependencia del gobernador y, en última instancia, del Poder Ejecutivo Nacional para contar con recursos.
El peón avanza lentamente, pero es la infantería imprescindible para la articulación de la gran política: los municipios del conurbano reúnen más votantes que varias provincias argentinas, lo que en el proceso de elección directa del presidente los ha convertido en piezas centrales. La paradoja es que estos municipios no cuentan con peso legislativo, como sí ocurre con las provincias, sobre todo en el Senado.
Pero, ¡atención con las aspiraciones de estos peones! El ajedrecista Aron Nimzovich nos cuenta que, para él, "(...) el peón libre tiene alma y, lo mismo que el hombre, posee aspiraciones que duermen dentro de él, en forma desconocida, y temores cuya existencia apenas sospecha". El peón del ajedrez puede transformarse en la pieza que quiera al llegar al final de su meta rectilínea: dama, caballo, alfil, torre. Todo depende de la necesidad del jugador.
Expresión de este protagonismo desmesurado de los intendentes fue la conformación del Frente Renovador para la elección legislativa de 2013, cuando Sergio Massa -entonces intendente de Tigre- sumó a otros jefes comunales a desafiar al Frente para la Victoria. Pero su proyecto político, que sostuvo durante todo el 2014 al tope de las encuestas, se fue deshilachando en el transcurso de los últimos meses. Los intendentes que se habían adherido al Frente Renovador comenzaron a retornar al Frente Para la Victoria, o bien a tantear el terreno en PRO.
Sergio Massa intentó el camino del medio: ni totalmente opositor -después de todo, fue funcionario de los gobiernos K, llegando a ser Jefe de Gabinete-, ni oficialista. Le sirvió durante un tiempo, pero esa vía se está agotando ante dos candidatos con perfiles más nítidos. Daniel Scioli ha demostrado hasta la exasperación su adhesión a la política gubernamental, tolerando los permanentes maltratos de Cristina Fernández de Kirchner. Los intendentes, estos peones con aspiraciones que albergan en lo más recóndito de sus almas, también tienen grandes temores. El mayor peligro para estos jefes comunales, la más dramática de las pesadillas que los aqueja, es perder en sus distritos. Sea ellos o bien su sucesor. Una eventual derrota los deja sin oxígeno.
Es interesante observar que los intendentes acumulan un gran poder en sus municipios, pero no logran traspasar con éxito las estrechas fronteras de su comarca. Son poco conocidos más allá de su localidad, y es por ello que son escasos los que han podido trascender como políticos nacionales: Eduardo Duhalde, Aníbal Fernández -actual Jefe de Gabinete- y, en cierta medida, Sergio Massa.
Sergio Massa, que inició su vida política en el municipio de San Martín, tuvo la visión de mudarse a Tigre, en donde gobernó durante varios períodos el intendente Ubieto, vecinalista. Pero al fallecer este líder local, Massa supo instalarse rápidamente como la nueva alternativa, y para ello le valió un alto grado de conocimiento público como administrador de ANSES. Y la ventaja de Tigre es que se trata de un municipio muy visitado durante los fines de semana por vecinos del resto del conurbano y la Ciudad de Buenos Aires.
Y es, también, la capital nacional del remo. Aun cuando la Prefectura haga todo lo posible para restringir y obstaculizar la práctica de este noble deporte.
Si Massa hubiera practicado remo, habría incorporado un concepto clave de este deporte: la coordinación. Los miembros reman a la par, coordinados, al mismo ritmo. Confían en el timón, ya que los remeros dan la espalda a la proa. El remo requiere confianza, camaradería, compromiso, resistencia, ir a la par en torno a un objetivo común. El Frente Renovador no tuvo nada de eso. En cuanto advirtieron que el timón no apuntaba hacia un objetivo común, los remeros comenzaron a abandonar el bote en forma precipitada.
Al Frente Renovador le faltó, también, densidad intelectual que le permitiera vislumbrar una visión más allá de sumar votos para ganar elecciones. Y esa densidad intelectual sí la hallamos en el kirchnerismo y en PRO y UCR.
En las próximas horas o días, sabremos si hay un gran acuerdo opositor que sume a Sergio Massa, quizás como precandidato a gobernador de la Provincia de Buenos Aires, y si como tal competirá con María Eugenia Vidal (PRO) en las PASO del 9 de agosto. Pocas veces se ha visto a un candidato presidencial negar, una y otra vez, que retira su nominación y que sigue adelante.
La aspiración de Massa es clara: alcanzar la primera magistratura de Argentina. Si no es ahora, puede pensar en cuatro u ocho años. Su más terrible temor, como el de cualquier político, es el de caer en la más absoluta irrelevancia en cuestión de días.
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