El 10 de junio cerró el plazo de inscripción de las alianzas partidarias que concurrirán a las PASO (Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias) del 9 de agosto. El 20 se presentan las precandidaturas para las PASO, aunque luego se abre un período de impugnaciones, tachas y correcciones, de enorme importancia.
La Provincia de Buenos Aires, en donde vive el 38% del electorado argentino, está concentrando todas las atenciones, ya que allí tienen residencia y desarrollaron sus carreras políticas Daniel Scioli (gobernador) y Sergio Massa (diputado y ex intendente de Tigre). Asimismo, Mauricio Macri, Jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, no sólo está desarrollando una intensa campaña en esa provincia, sino que además tiene una enorme incidencia en el conurbano, ya que son muchos los bonaerenses entran diariamente a la ciudad para trabajar, estudiar, ir a los hospitales y entretenerse.
Estamos asistiendo a un baile de máscaras -sin la elegancia ni el encanto del veneciano-, en el cual varios participantes ocultan sus intenciones. Vemos intendentes que abrazan fervorosamente a Sergio Massa, y una hora después entran a la Casa de Gobierno para sumarse al kirchnerismo. Las fugas de intendentes y figuras conocidas desde el Frente Renovador hacia el Frente Para la Victoria y, en menor grado, a PRO, se han convertido en motivo de burlas que circulan con mucha picardía e ingenio en las redes sociales.
Sergio Massa ha jurado a quien quiera escucharlo que sigue en carrera, tras haberse tomado unos días para meditar. Tanta jornada de reflexión para saber si mantiene su precandidatura presidencial, no ha hecho más que dañar sus posibilidades, cada vez más atrás en una elección que se está polarizando en torno a Macri y Scioli. En este juego donde hay disimulos, ambigüedades y candidaturas que duran minutos, no necesariamente la presentación de la alianza de Sergio Massa con José Manuel de la Sota (gobernador de Córdoba) puede ser duradera. Hasta el 20 de junio, hay tiempo para que los candidatos del Frente Renovador se integren individualmente en las listas de Cambiemos -alianza de PRO, UCR y Coalición Cívica- o del Frente Para la Victoria.
Es interesante señalar que en el Frente Para la Victoria hay varios precandidatos a gobernador de la provincia de Buenos Aires, pero muchos han abandonado por el camino tras recibir señales de Cristina Fernández de Kirchner. Muchas precandidaturas en las PASO puede diluir el voto al FPV, y que aparezca como una figura de la oposición aparezca como individualmente más votada. Es lo que puede llegar a ocurrir con María Eugenia Vidal, la candidata apoyada por todos los miembros de Cambiemos, que viene creciendo sostenidamente en los sondeos, y que puede incrementarse en las próximas semanas por el retiro de Francisco de Narváez. Cabe señalar que en la provincia de Buenos Aires, que tendrá elecciones de gobernador y legisladores el 25 de octubre, junto a los comicios nacionales, gana el candidato más votado, sin necesidad de alcanzar un umbral, ni existe la segunda vuelta.
Mientras tanto, el Frente Renovador se sigue deshilachando, y la mayoría de sus dirigentes vuelve al imán del Frente Para la Victoria. La "vía del medio" intentada por Sergio Massa, de no ser estrictamente opositor pero tomando distancia del kirchnerismo, se puede ver como una alternativa electoral de salvación para peronistas que buscaban seguir en carrera tras un nuevo líder con posibilidades serias de ganar. Y es que el peronismo fue, es y será un partido del poder. Nació en el poder y es su razón de ser. Cuando Juan Domingo Perón ganó las elecciones en 1946, no tenía un partido propio, sino que fue respaldado por el Partido Laborista y la Unión Cívica Radical Junta Reorganizadora, presentando cada uno sus propias listas, pero en las que también había figuras socialistas, conservadoras, nacionalistas, sindicalistas y militares. Luego, ya en la presidencia, formó el Partido Único de la Revolución Nacional, denominación que rápidamente cambió por la de Partido Peronista. Con la aprobación del sufragio femenino, se constituyeron el Partido Peronista Masculino y el Partido Peronista Femenino que, sumados a la Confederación General del Trabajo (CGT), constituían el Movimiento Nacional Justicialista, del que Perón era el presidente.
Pero con la proscripción del peronismo entre 1955 y 1972, se formaron varios pequeños partidos filoperonistas para competir en elecciones, y varios de ellos se volvieron a fundar en 1983 con el retorno a la democracia. Otros partidos, como la Democracia Cristiana y el Partido Conservador Popular, también se transformaron en satélites que orbitan en el universo peronista. De modo que el peronismo no necesariamente convive en un solo paraguas partidario, sino que sus diferentes fracciones pueden competir entre sí en las elecciones generales, gracias a estos partidos que les sirven de andamiaje.
En el escenario de creciente polarización al que se va tendiendo en esta elección crucial, muchos peronistas del Frente Renovador optan por retornar al kirchnerismo, ahora en la versión edulcorada de Daniel Scioli.
Cambiemos, la alianza opositora, busca convocar a sectores peronistas. Y es que la vieja polarización peronismo-antiperonismo ha perdido sentido y sólo impacta a un pequeño sector del electorado, aun cuando desde el kirchnerismo se insiste en el que el "cambio" que propone la oposición, no es nada más que un retorno a los años noventa. Así, segmentos del electorado del conurbano bonaerense son resistentes a la consigna del cambio, a pesar de que su nivel de vida dista de ser el de Alemania o Dinamarca, aunque Cristina Fernández de Kirchner y el jefe de Gabinete, Aníbal Fernández, digan exactamente lo contrario. Han instalado con fuerza una narrativa del miedo que paraliza los sectores más vulnerables, temerosos de que todo cambio supone lo peor.
Mascaradas que ocultan intenciones, aspiraciones, estadísticas y hechos.
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