Los socialistas, el principal partido de la alianza Frente Progresista formada junto a la UCR y la Coalición Cívica, aspira a un tercer período al frente de esa provincia, que es la tercera en población de Argentina. Su principal rival es el PRO, el partido de Mauricio Macri, que llevó como candidato al conocido actor Miguel Del Sel. Tercero en la discordia, el kirchnerismo hizo una gran elección con Omar Perotti.
Como Argentina es un país federal, cada provincia establece su propio sistema electoral. En este caso, esta pujante provincia no tiene segunda vuelta para la elección del gobernador y vicegobernador, por lo que resulta electo el binomio que tenga la mayoría simple de sufragios. Así, el candidato socialista Miguel Lifschitz podría ser gobernador por apenas dos mil votos más que Miguel Del Sel, si se confirma el escrutinio. Lifschitz, de acuerdo al escrutinio provisorio, obtuvo el 30,69%, Miguel Del Sel 30,58%, y Omar Perotti (Frente Para la Victoria) 29,25%. Otra singularidad santafesina, es que el partido que obtenga la simple pluralidad de sufragios para la cámara de diputados local, obtiene automáticamente 28 de los 50 escaños. Como en Santa Fe hay boleta única, se puede elegir gobernador de un partido y legisladores de otro de forma muy sencilla. Es así como la lista de legisladores del Frente Progresista, encabezada por el actual gobernador Antonio Bonfatti, logró el 40,5% de los sufragios, muy por encima de lo que cosechó el candidato a gobernador.
Pero a esta reñida elección, debemos añadirle una sombra que se cierne sobre todo el proceso: telegramas de mesas que no coinciden con lo que se volcó en el escrutinio provisional, y miles de votos observados. Con una diferencia tan magra entre los tres principales contendientes, lo lógico, sano y transparente sería la revisión de todas las urnas, para que el nuevo gobernador no comenzara su período bajo sospecha de fraude. Sí, fraude.
El PRO ha presentado una denuncia de irregularidades groseras y alarmantes que, de confirmarse, siembran dudas sobre el presente de la democracia argentina en una de sus provincias más desarrolladas.
El Partido Socialista, que ha hecho de la honestidad una de sus grandes banderas, debería ser el principal interesado en desvanecer esas sombras que se van tejiendo en su derredor, como una densa telaraña. No obstante, el gobierno socialista ha dejado en claro que no quiere que se efectúe un nuevo escrutinio sobre la totalidad de las urnas, sino sólo revisar los votos observados. Y esto es grave.
En 1974, el entonces candidato presidencial Valéry Giscard d'Estaing le señaló en un debate televisivo a su rival socialista, François Mitterrand, una frase clara y contundente: "Usted no tiene el monopolio del corazón" (Vous n'avez pas le monopole du cœur).
¿Nos estamos refiriendo al Partido Socialista de Juan B. Justo y Nicolás Repetto? ¿Al de Alfredo Palacios y Enrique Dickmann? Sí y no. En rigor, los socialistas de Santa Fe son del Partido Socialista Popular (PSP), que durante muchos años dirigió Guillermo Estévez Boero, que se distinguía del Partido Socialista Democrático (PSD) por no tener una posición hostil hacia el peronismo. El PSD, cuyo último exponente preclaro fue el concejal Norberto La Porta en la Ciudad de Buenos Aires, no sólo había sido un férreo opositor al peronismo, sino que además practicaba de modo espartano la austeridad personal, el republicanismo y el laicismo. En los años noventa, el PSP y el PSD, más el Partido Socialista de Chaco, se fusionaron en el Partido Socialista. El viejo PS había sufrido ya muchos quebrantos, no sólo con aquellos que formaron el Partido Socialista Internacional (luego Partido Comunista), sino también con escisiones personales como el PS Argentino de Alfredo Palacios (que en los años treinta volvió a la familia original), o el PS Independiente de Federico Pinedo y Antonio De Tomaso. En los años cincuenta volvió a partirse, con el PSA y el PSD, este último liderado por Américo Ghioldi. Pero el PSP de Estévez Boero no viene de ese tronco, sino del Movimiento Nacional Reformista (MNR), una agrupación universitaria nacida en los años sesenta.
Paradojalmente, quienes se formaron en el PSD son hoy, en gran parte, militantes y funcionarios del kirchnerismo, como es el caso de Jorge Rivas. O tempora, o mores.
El Frente Progresista es, además, una alianza que tiene lineas cruzadas a nivel nacional. Mientras el PS pasó a ser el sostén de la candidatura presidencial de Margarita Stolbizer (ex radical que formó su propio partido, GEN), la UCR y la Coalición Cívica son aliados de PRO en Cambiemos, que en agosto dirimirá su candidato presidencial entre Macri, Sanz y Carrió.
Las sospechas sobre la elección santafesina arrojan dudas sobre la legitimidad de origen de las autoridades de esa provincia, y es inevitable preguntarse hasta dónde se generaliza este fenómeno, del cual hay datos muy preocupantes en partes del conurbano bonaerense.
Hay quienes sostienen, de un modo cínico, que si PRO no tuvo la cantidad suficiente de fiscales en la elección, debe resignarse al resultado que le obsequian. Se culpabiliza a la víctima y se premia al victimario, que se perpetúa y parapeta en las malas artes, vaciando de sentido a la democracia. Y es que en Argentina -triste es decirlo pero imprescindible hacerlo en voz alta- se han naturalizado las malas prácticas, se han pervertido las palabras, se están borrando los códigos más elementales de la convivencia democrática.
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