El sábado 20 de junio, jornada en la que se conmemora el fallecimiento del abogado y general Manuel Belgrano -quizás la figura intelectualmente más interesante del proceso de emancipación-, se presentaron las listas que habrán de competir en las Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (PASO) del 9 de agosto. Diez días antes se habían presentado las alianzas partidarias, pero siempre cabe la posibilidad de que ese esquema se altere con la presentación de las listas de candidatos, ya que algunas figuras pueden aparecer como "extrapartidarios" bajo otra denominación política.
Los manuales de las fórmulas electorales en Argentina señalan que uno de los dos miembros de los binomios presidenciales, sea el presidente o el vicepresidente, tiene que ser de Buenos Aires -la Ciudad Autónoma o la Provincia-, en tanto que el otro debe ser de otra provincia. Este esquema se viene aplicando desde 1862, cuando Bartolomé Mitre asumió como presidente de la República Argentina unificada tras la batalla de Pavón, junto a Marcos Paz, político tucumano. Es una regla no escrita, pero que se ha observado con bastante rigurosidad. La única excepción -y fugaz en su ejercicio- fue la de Fernando de la Rúa y Carlos "Chacho" Álvarez, electos en 1999. Si bien De la Rúa nació en Córdoba, desarrolló toda su carrera política y profesional en la Ciudad de Buenos Aires, siendo el primer Jefe de Gobierno electo por voto popular en 1996. De la Rúa había representado a la Ciudad de Buenos Aires como senador y diputado, en tanto que Chacho Álvarez también era diputado por la metrópoli porteña. Pero en esa circunstancia, Álvarez acompañó a De la Rúa para fortalecer a la Alianza, la unión entre la UCR y el Frepaso, que a su vez era otra alianza de partidos (Frente Grande, Partido Socialista, Partido Demócrata Cristiana). Y como si fuera una muñeca rusa, el Frente Grande nació como una alianza de partidos...
Desde esta perspectiva, la fórmula presidencial de PRO tiró a un costado el manual, presentando una fórmula también porteña. PRO todavía no tiene figuras de peso en otras provincias, aun cuando van surgiendo nuevos liderazgos, como para ocupar la vicepresidencia. No obstante la porteñidad del binomio, ambos son figuras reconocidas y que ya trascienden los límites de la avenida General Paz, el límite de la Ciudad con la Provincia de Buenos Aires.
El Armagedón se librará en la Provincia de Buenos Aires, más específicamente en el conurbano bonaerense y, sobre todo, en la tercera sección electoral, que reúne la parte meridional de ese gran conglomerado. Es ese el núcleo duro del voto peronista que apuntala la candidatura de Daniel Scioli, hoy gobernador provincial. El conurbano, en su conjunto, reúne el 23% del electorado argentino. Es, en sí mismo, más importante que varias provincias: la Provincia de Santa Fe es aproximadamente un 9% del electorado total.
Daniel Scioli ya tiene una larga trayectoria política desde los años noventa, cuando en 1997 ingresó a la Cámara de Diputados por iniciativa de Carlos Menem representando a la Ciudad de Buenos Aires. Fue reelecto diputado en 2001 y luego, durante la agitada presidencia de Eduardo Duhalde, se desempeñó como secretario de Turismo y Deporte. En 2003 fue electo vicepresidente de la Nación, acompañando al poco conocido gobernador de Santa Cruz, Néstor Kirchner. En ese espacio, aprendió que debía guardar silencio y acatar la voz de mando. En 2007 se presentó a gobernador de la Provincia de Buenos Aires y fue reelecto en 2011. En 2009, acompañó como candidato "testimonial" a Néstor Kirchner en la lista de diputados nacionales, junto a Sergio Massa y la actriz Nacha Guevara. A pesar de todas y cada una de las demostraciones de subordinación al kirchnerismo, ese sector político lo observó siempre con recelo, siendo objeto de burlas, maltratos y desplantes.
Daniel Scioli se mantuvo firme, frío e imperturbable como una estatua de mármol, apuntando a su objetivo mayor: la presidencia de la Nación. En 2011, Cristina Fernández de Kirchner le impuso un vicegobernador ultra K como Gabriel Mariotto. A pesar de que el fallido Florencio Randazzo, hasta ahora ministro del Interior y Transporte, intentó jugar en las PASO como el verdadero candidato K, los números de las encuestas llevaron a que la presidente Cristina Fernández de Kirchner lo bendijera como el candidato preferido. La señal fue el acompañante de fórmula de Scioli: Carlos Zannini, secretario legal y técnico, un ultra K desde los tiempos en que Kirchner gobernaba en Santa Cruz. De antigua militancia en el maoísmo -¿aventura juvenil o auténtica matriz ideológica?-, Zannini tuvo una conversión al peronismo de la mano de Néstor y Cristina Kirchner.
¿Qué le aporta electoralmente Zannini a Scioli? Desde el punto de vista de los votos, nada. Es un gran desconocido para quien no sigue al detalle a la política argentina. Pero sí es un mensaje hacia dentro: el kirchnerismo apoya a Scioli. Scioli no es kirchnerista, sino sciolista, pero su margen de acción estará sumamente acotado. A esto se suman los candidatos a diputados y senadores que el kirchnerismo puro logró introducir en las listas, relegando a quienes se identifican como Partido Justicialista. La presencia de la agrupación La Cámpora, dirigida por el poco locuaz y de olvidable paso por las aulas universitarias Máximo Kirchner, no sólo se hará notar en el Congreso argentino, sino también en la estratégica y casi inadvertida Legislatura de la Provincia de Buenos Aires, donde contará con una nutrida bancada y gran cantidad de recursos.
Pero la presencia de Zannini es, también, una señal preocupante para los inversores y para aquellos que, cándidamente, querían creer que Daniel Scioli significaba una ruptura moderada con respecto a los huracanes kirchneristas. Scioli se representa como la figura de la continuidad, para quien el cambio es retroceso y no avance, y que nada habrá de modificar en cuanto a la falta de calidad institucional y de transparencia, la economía maniatada por una madeja de regulaciones y políticas clientelistas. El kirchnerismo no habrá de transformarse en sciolismo, porque el kirchnerismo es un nuevo movimiento en sí mismo, con sus propios mitos movilizadores, su narrativa épica y sus símbolos. El binomio Scioli-Zannini se puede leer como un mensaje hacia dentro, a los propios, pero también de continuidad en el liderazgo de Cristina Fernández de Kirchner más allá de diciembre de este año.
Sergio Massa apunta a la peronización de su perfil, y tendrá una PASO con el gobernador cordobés José Manuel de la Sota. Quiere asegurarse una franja del electorado que no se siente plenamente representada por las otras dos opciones, pero que va adelgazando a medida que se aproximan los comicios.
Si las elecciones fuesen este fin de semana, habría una polarización entre Scioli-Zannini y Macri-Michetti, quedando más atrás Sergio Massa, Margarita Stolbizer y los otros dos competidores que Cambiemos tiene en las PASO: Ernesto Sanz y Elisa Carrió. Pero de aquí al 9 de agosto falta más de un mes en el que, como suele ocurrir en Argentina, un episodio lo puede alterar todo.
jueves, 25 de junio de 2015
jueves, 18 de junio de 2015
Santa Urna.
Triple empate en la provincia de Santa Fe es el resultado de la elección para gobernador, legislatura y autoridades municipales del domingo pasado.
Los socialistas, el principal partido de la alianza Frente Progresista formada junto a la UCR y la Coalición Cívica, aspira a un tercer período al frente de esa provincia, que es la tercera en población de Argentina. Su principal rival es el PRO, el partido de Mauricio Macri, que llevó como candidato al conocido actor Miguel Del Sel. Tercero en la discordia, el kirchnerismo hizo una gran elección con Omar Perotti.
Como Argentina es un país federal, cada provincia establece su propio sistema electoral. En este caso, esta pujante provincia no tiene segunda vuelta para la elección del gobernador y vicegobernador, por lo que resulta electo el binomio que tenga la mayoría simple de sufragios. Así, el candidato socialista Miguel Lifschitz podría ser gobernador por apenas dos mil votos más que Miguel Del Sel, si se confirma el escrutinio. Lifschitz, de acuerdo al escrutinio provisorio, obtuvo el 30,69%, Miguel Del Sel 30,58%, y Omar Perotti (Frente Para la Victoria) 29,25%. Otra singularidad santafesina, es que el partido que obtenga la simple pluralidad de sufragios para la cámara de diputados local, obtiene automáticamente 28 de los 50 escaños. Como en Santa Fe hay boleta única, se puede elegir gobernador de un partido y legisladores de otro de forma muy sencilla. Es así como la lista de legisladores del Frente Progresista, encabezada por el actual gobernador Antonio Bonfatti, logró el 40,5% de los sufragios, muy por encima de lo que cosechó el candidato a gobernador.
Pero a esta reñida elección, debemos añadirle una sombra que se cierne sobre todo el proceso: telegramas de mesas que no coinciden con lo que se volcó en el escrutinio provisional, y miles de votos observados. Con una diferencia tan magra entre los tres principales contendientes, lo lógico, sano y transparente sería la revisión de todas las urnas, para que el nuevo gobernador no comenzara su período bajo sospecha de fraude. Sí, fraude.
El PRO ha presentado una denuncia de irregularidades groseras y alarmantes que, de confirmarse, siembran dudas sobre el presente de la democracia argentina en una de sus provincias más desarrolladas.
El Partido Socialista, que ha hecho de la honestidad una de sus grandes banderas, debería ser el principal interesado en desvanecer esas sombras que se van tejiendo en su derredor, como una densa telaraña. No obstante, el gobierno socialista ha dejado en claro que no quiere que se efectúe un nuevo escrutinio sobre la totalidad de las urnas, sino sólo revisar los votos observados. Y esto es grave.
En 1974, el entonces candidato presidencial Valéry Giscard d'Estaing le señaló en un debate televisivo a su rival socialista, François Mitterrand, una frase clara y contundente: "Usted no tiene el monopolio del corazón" (Vous n'avez pas le monopole du cœur).
Citando a Giscard d'Estaing, diremos que los socialistas de Santa Fe tampoco tienen el monopolio de la honestidad.
¿Nos estamos refiriendo al Partido Socialista de Juan B. Justo y Nicolás Repetto? ¿Al de Alfredo Palacios y Enrique Dickmann? Sí y no. En rigor, los socialistas de Santa Fe son del Partido Socialista Popular (PSP), que durante muchos años dirigió Guillermo Estévez Boero, que se distinguía del Partido Socialista Democrático (PSD) por no tener una posición hostil hacia el peronismo. El PSD, cuyo último exponente preclaro fue el concejal Norberto La Porta en la Ciudad de Buenos Aires, no sólo había sido un férreo opositor al peronismo, sino que además practicaba de modo espartano la austeridad personal, el republicanismo y el laicismo. En los años noventa, el PSP y el PSD, más el Partido Socialista de Chaco, se fusionaron en el Partido Socialista. El viejo PS había sufrido ya muchos quebrantos, no sólo con aquellos que formaron el Partido Socialista Internacional (luego Partido Comunista), sino también con escisiones personales como el PS Argentino de Alfredo Palacios (que en los años treinta volvió a la familia original), o el PS Independiente de Federico Pinedo y Antonio De Tomaso. En los años cincuenta volvió a partirse, con el PSA y el PSD, este último liderado por Américo Ghioldi. Pero el PSP de Estévez Boero no viene de ese tronco, sino del Movimiento Nacional Reformista (MNR), una agrupación universitaria nacida en los años sesenta.
Paradojalmente, quienes se formaron en el PSD son hoy, en gran parte, militantes y funcionarios del kirchnerismo, como es el caso de Jorge Rivas. O tempora, o mores.
El Frente Progresista es, además, una alianza que tiene lineas cruzadas a nivel nacional. Mientras el PS pasó a ser el sostén de la candidatura presidencial de Margarita Stolbizer (ex radical que formó su propio partido, GEN), la UCR y la Coalición Cívica son aliados de PRO en Cambiemos, que en agosto dirimirá su candidato presidencial entre Macri, Sanz y Carrió.
Las sospechas sobre la elección santafesina arrojan dudas sobre la legitimidad de origen de las autoridades de esa provincia, y es inevitable preguntarse hasta dónde se generaliza este fenómeno, del cual hay datos muy preocupantes en partes del conurbano bonaerense.
Hay quienes sostienen, de un modo cínico, que si PRO no tuvo la cantidad suficiente de fiscales en la elección, debe resignarse al resultado que le obsequian. Se culpabiliza a la víctima y se premia al victimario, que se perpetúa y parapeta en las malas artes, vaciando de sentido a la democracia. Y es que en Argentina -triste es decirlo pero imprescindible hacerlo en voz alta- se han naturalizado las malas prácticas, se han pervertido las palabras, se están borrando los códigos más elementales de la convivencia democrática.
Los socialistas, el principal partido de la alianza Frente Progresista formada junto a la UCR y la Coalición Cívica, aspira a un tercer período al frente de esa provincia, que es la tercera en población de Argentina. Su principal rival es el PRO, el partido de Mauricio Macri, que llevó como candidato al conocido actor Miguel Del Sel. Tercero en la discordia, el kirchnerismo hizo una gran elección con Omar Perotti.
Como Argentina es un país federal, cada provincia establece su propio sistema electoral. En este caso, esta pujante provincia no tiene segunda vuelta para la elección del gobernador y vicegobernador, por lo que resulta electo el binomio que tenga la mayoría simple de sufragios. Así, el candidato socialista Miguel Lifschitz podría ser gobernador por apenas dos mil votos más que Miguel Del Sel, si se confirma el escrutinio. Lifschitz, de acuerdo al escrutinio provisorio, obtuvo el 30,69%, Miguel Del Sel 30,58%, y Omar Perotti (Frente Para la Victoria) 29,25%. Otra singularidad santafesina, es que el partido que obtenga la simple pluralidad de sufragios para la cámara de diputados local, obtiene automáticamente 28 de los 50 escaños. Como en Santa Fe hay boleta única, se puede elegir gobernador de un partido y legisladores de otro de forma muy sencilla. Es así como la lista de legisladores del Frente Progresista, encabezada por el actual gobernador Antonio Bonfatti, logró el 40,5% de los sufragios, muy por encima de lo que cosechó el candidato a gobernador.
Pero a esta reñida elección, debemos añadirle una sombra que se cierne sobre todo el proceso: telegramas de mesas que no coinciden con lo que se volcó en el escrutinio provisional, y miles de votos observados. Con una diferencia tan magra entre los tres principales contendientes, lo lógico, sano y transparente sería la revisión de todas las urnas, para que el nuevo gobernador no comenzara su período bajo sospecha de fraude. Sí, fraude.
El PRO ha presentado una denuncia de irregularidades groseras y alarmantes que, de confirmarse, siembran dudas sobre el presente de la democracia argentina en una de sus provincias más desarrolladas.
El Partido Socialista, que ha hecho de la honestidad una de sus grandes banderas, debería ser el principal interesado en desvanecer esas sombras que se van tejiendo en su derredor, como una densa telaraña. No obstante, el gobierno socialista ha dejado en claro que no quiere que se efectúe un nuevo escrutinio sobre la totalidad de las urnas, sino sólo revisar los votos observados. Y esto es grave.
En 1974, el entonces candidato presidencial Valéry Giscard d'Estaing le señaló en un debate televisivo a su rival socialista, François Mitterrand, una frase clara y contundente: "Usted no tiene el monopolio del corazón" (Vous n'avez pas le monopole du cœur).
¿Nos estamos refiriendo al Partido Socialista de Juan B. Justo y Nicolás Repetto? ¿Al de Alfredo Palacios y Enrique Dickmann? Sí y no. En rigor, los socialistas de Santa Fe son del Partido Socialista Popular (PSP), que durante muchos años dirigió Guillermo Estévez Boero, que se distinguía del Partido Socialista Democrático (PSD) por no tener una posición hostil hacia el peronismo. El PSD, cuyo último exponente preclaro fue el concejal Norberto La Porta en la Ciudad de Buenos Aires, no sólo había sido un férreo opositor al peronismo, sino que además practicaba de modo espartano la austeridad personal, el republicanismo y el laicismo. En los años noventa, el PSP y el PSD, más el Partido Socialista de Chaco, se fusionaron en el Partido Socialista. El viejo PS había sufrido ya muchos quebrantos, no sólo con aquellos que formaron el Partido Socialista Internacional (luego Partido Comunista), sino también con escisiones personales como el PS Argentino de Alfredo Palacios (que en los años treinta volvió a la familia original), o el PS Independiente de Federico Pinedo y Antonio De Tomaso. En los años cincuenta volvió a partirse, con el PSA y el PSD, este último liderado por Américo Ghioldi. Pero el PSP de Estévez Boero no viene de ese tronco, sino del Movimiento Nacional Reformista (MNR), una agrupación universitaria nacida en los años sesenta.
Paradojalmente, quienes se formaron en el PSD son hoy, en gran parte, militantes y funcionarios del kirchnerismo, como es el caso de Jorge Rivas. O tempora, o mores.
El Frente Progresista es, además, una alianza que tiene lineas cruzadas a nivel nacional. Mientras el PS pasó a ser el sostén de la candidatura presidencial de Margarita Stolbizer (ex radical que formó su propio partido, GEN), la UCR y la Coalición Cívica son aliados de PRO en Cambiemos, que en agosto dirimirá su candidato presidencial entre Macri, Sanz y Carrió.
Las sospechas sobre la elección santafesina arrojan dudas sobre la legitimidad de origen de las autoridades de esa provincia, y es inevitable preguntarse hasta dónde se generaliza este fenómeno, del cual hay datos muy preocupantes en partes del conurbano bonaerense.
Hay quienes sostienen, de un modo cínico, que si PRO no tuvo la cantidad suficiente de fiscales en la elección, debe resignarse al resultado que le obsequian. Se culpabiliza a la víctima y se premia al victimario, que se perpetúa y parapeta en las malas artes, vaciando de sentido a la democracia. Y es que en Argentina -triste es decirlo pero imprescindible hacerlo en voz alta- se han naturalizado las malas prácticas, se han pervertido las palabras, se están borrando los códigos más elementales de la convivencia democrática.
sábado, 13 de junio de 2015
Mascaradas bonaerenses.
El 10 de junio cerró el plazo de inscripción de las alianzas partidarias que concurrirán a las PASO (Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias) del 9 de agosto. El 20 se presentan las precandidaturas para las PASO, aunque luego se abre un período de impugnaciones, tachas y correcciones, de enorme importancia.
La Provincia de Buenos Aires, en donde vive el 38% del electorado argentino, está concentrando todas las atenciones, ya que allí tienen residencia y desarrollaron sus carreras políticas Daniel Scioli (gobernador) y Sergio Massa (diputado y ex intendente de Tigre). Asimismo, Mauricio Macri, Jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, no sólo está desarrollando una intensa campaña en esa provincia, sino que además tiene una enorme incidencia en el conurbano, ya que son muchos los bonaerenses entran diariamente a la ciudad para trabajar, estudiar, ir a los hospitales y entretenerse.
Estamos asistiendo a un baile de máscaras -sin la elegancia ni el encanto del veneciano-, en el cual varios participantes ocultan sus intenciones. Vemos intendentes que abrazan fervorosamente a Sergio Massa, y una hora después entran a la Casa de Gobierno para sumarse al kirchnerismo. Las fugas de intendentes y figuras conocidas desde el Frente Renovador hacia el Frente Para la Victoria y, en menor grado, a PRO, se han convertido en motivo de burlas que circulan con mucha picardía e ingenio en las redes sociales.
Sergio Massa ha jurado a quien quiera escucharlo que sigue en carrera, tras haberse tomado unos días para meditar. Tanta jornada de reflexión para saber si mantiene su precandidatura presidencial, no ha hecho más que dañar sus posibilidades, cada vez más atrás en una elección que se está polarizando en torno a Macri y Scioli. En este juego donde hay disimulos, ambigüedades y candidaturas que duran minutos, no necesariamente la presentación de la alianza de Sergio Massa con José Manuel de la Sota (gobernador de Córdoba) puede ser duradera. Hasta el 20 de junio, hay tiempo para que los candidatos del Frente Renovador se integren individualmente en las listas de Cambiemos -alianza de PRO, UCR y Coalición Cívica- o del Frente Para la Victoria.
Es interesante señalar que en el Frente Para la Victoria hay varios precandidatos a gobernador de la provincia de Buenos Aires, pero muchos han abandonado por el camino tras recibir señales de Cristina Fernández de Kirchner. Muchas precandidaturas en las PASO puede diluir el voto al FPV, y que aparezca como una figura de la oposición aparezca como individualmente más votada. Es lo que puede llegar a ocurrir con María Eugenia Vidal, la candidata apoyada por todos los miembros de Cambiemos, que viene creciendo sostenidamente en los sondeos, y que puede incrementarse en las próximas semanas por el retiro de Francisco de Narváez. Cabe señalar que en la provincia de Buenos Aires, que tendrá elecciones de gobernador y legisladores el 25 de octubre, junto a los comicios nacionales, gana el candidato más votado, sin necesidad de alcanzar un umbral, ni existe la segunda vuelta.
Mientras tanto, el Frente Renovador se sigue deshilachando, y la mayoría de sus dirigentes vuelve al imán del Frente Para la Victoria. La "vía del medio" intentada por Sergio Massa, de no ser estrictamente opositor pero tomando distancia del kirchnerismo, se puede ver como una alternativa electoral de salvación para peronistas que buscaban seguir en carrera tras un nuevo líder con posibilidades serias de ganar. Y es que el peronismo fue, es y será un partido del poder. Nació en el poder y es su razón de ser. Cuando Juan Domingo Perón ganó las elecciones en 1946, no tenía un partido propio, sino que fue respaldado por el Partido Laborista y la Unión Cívica Radical Junta Reorganizadora, presentando cada uno sus propias listas, pero en las que también había figuras socialistas, conservadoras, nacionalistas, sindicalistas y militares. Luego, ya en la presidencia, formó el Partido Único de la Revolución Nacional, denominación que rápidamente cambió por la de Partido Peronista. Con la aprobación del sufragio femenino, se constituyeron el Partido Peronista Masculino y el Partido Peronista Femenino que, sumados a la Confederación General del Trabajo (CGT), constituían el Movimiento Nacional Justicialista, del que Perón era el presidente.
Pero con la proscripción del peronismo entre 1955 y 1972, se formaron varios pequeños partidos filoperonistas para competir en elecciones, y varios de ellos se volvieron a fundar en 1983 con el retorno a la democracia. Otros partidos, como la Democracia Cristiana y el Partido Conservador Popular, también se transformaron en satélites que orbitan en el universo peronista. De modo que el peronismo no necesariamente convive en un solo paraguas partidario, sino que sus diferentes fracciones pueden competir entre sí en las elecciones generales, gracias a estos partidos que les sirven de andamiaje.
En el escenario de creciente polarización al que se va tendiendo en esta elección crucial, muchos peronistas del Frente Renovador optan por retornar al kirchnerismo, ahora en la versión edulcorada de Daniel Scioli.
Cambiemos, la alianza opositora, busca convocar a sectores peronistas. Y es que la vieja polarización peronismo-antiperonismo ha perdido sentido y sólo impacta a un pequeño sector del electorado, aun cuando desde el kirchnerismo se insiste en el que el "cambio" que propone la oposición, no es nada más que un retorno a los años noventa. Así, segmentos del electorado del conurbano bonaerense son resistentes a la consigna del cambio, a pesar de que su nivel de vida dista de ser el de Alemania o Dinamarca, aunque Cristina Fernández de Kirchner y el jefe de Gabinete, Aníbal Fernández, digan exactamente lo contrario. Han instalado con fuerza una narrativa del miedo que paraliza los sectores más vulnerables, temerosos de que todo cambio supone lo peor.
Mascaradas que ocultan intenciones, aspiraciones, estadísticas y hechos.
La Provincia de Buenos Aires, en donde vive el 38% del electorado argentino, está concentrando todas las atenciones, ya que allí tienen residencia y desarrollaron sus carreras políticas Daniel Scioli (gobernador) y Sergio Massa (diputado y ex intendente de Tigre). Asimismo, Mauricio Macri, Jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, no sólo está desarrollando una intensa campaña en esa provincia, sino que además tiene una enorme incidencia en el conurbano, ya que son muchos los bonaerenses entran diariamente a la ciudad para trabajar, estudiar, ir a los hospitales y entretenerse.
Estamos asistiendo a un baile de máscaras -sin la elegancia ni el encanto del veneciano-, en el cual varios participantes ocultan sus intenciones. Vemos intendentes que abrazan fervorosamente a Sergio Massa, y una hora después entran a la Casa de Gobierno para sumarse al kirchnerismo. Las fugas de intendentes y figuras conocidas desde el Frente Renovador hacia el Frente Para la Victoria y, en menor grado, a PRO, se han convertido en motivo de burlas que circulan con mucha picardía e ingenio en las redes sociales.
Sergio Massa ha jurado a quien quiera escucharlo que sigue en carrera, tras haberse tomado unos días para meditar. Tanta jornada de reflexión para saber si mantiene su precandidatura presidencial, no ha hecho más que dañar sus posibilidades, cada vez más atrás en una elección que se está polarizando en torno a Macri y Scioli. En este juego donde hay disimulos, ambigüedades y candidaturas que duran minutos, no necesariamente la presentación de la alianza de Sergio Massa con José Manuel de la Sota (gobernador de Córdoba) puede ser duradera. Hasta el 20 de junio, hay tiempo para que los candidatos del Frente Renovador se integren individualmente en las listas de Cambiemos -alianza de PRO, UCR y Coalición Cívica- o del Frente Para la Victoria.
Es interesante señalar que en el Frente Para la Victoria hay varios precandidatos a gobernador de la provincia de Buenos Aires, pero muchos han abandonado por el camino tras recibir señales de Cristina Fernández de Kirchner. Muchas precandidaturas en las PASO puede diluir el voto al FPV, y que aparezca como una figura de la oposición aparezca como individualmente más votada. Es lo que puede llegar a ocurrir con María Eugenia Vidal, la candidata apoyada por todos los miembros de Cambiemos, que viene creciendo sostenidamente en los sondeos, y que puede incrementarse en las próximas semanas por el retiro de Francisco de Narváez. Cabe señalar que en la provincia de Buenos Aires, que tendrá elecciones de gobernador y legisladores el 25 de octubre, junto a los comicios nacionales, gana el candidato más votado, sin necesidad de alcanzar un umbral, ni existe la segunda vuelta.
Mientras tanto, el Frente Renovador se sigue deshilachando, y la mayoría de sus dirigentes vuelve al imán del Frente Para la Victoria. La "vía del medio" intentada por Sergio Massa, de no ser estrictamente opositor pero tomando distancia del kirchnerismo, se puede ver como una alternativa electoral de salvación para peronistas que buscaban seguir en carrera tras un nuevo líder con posibilidades serias de ganar. Y es que el peronismo fue, es y será un partido del poder. Nació en el poder y es su razón de ser. Cuando Juan Domingo Perón ganó las elecciones en 1946, no tenía un partido propio, sino que fue respaldado por el Partido Laborista y la Unión Cívica Radical Junta Reorganizadora, presentando cada uno sus propias listas, pero en las que también había figuras socialistas, conservadoras, nacionalistas, sindicalistas y militares. Luego, ya en la presidencia, formó el Partido Único de la Revolución Nacional, denominación que rápidamente cambió por la de Partido Peronista. Con la aprobación del sufragio femenino, se constituyeron el Partido Peronista Masculino y el Partido Peronista Femenino que, sumados a la Confederación General del Trabajo (CGT), constituían el Movimiento Nacional Justicialista, del que Perón era el presidente.
Pero con la proscripción del peronismo entre 1955 y 1972, se formaron varios pequeños partidos filoperonistas para competir en elecciones, y varios de ellos se volvieron a fundar en 1983 con el retorno a la democracia. Otros partidos, como la Democracia Cristiana y el Partido Conservador Popular, también se transformaron en satélites que orbitan en el universo peronista. De modo que el peronismo no necesariamente convive en un solo paraguas partidario, sino que sus diferentes fracciones pueden competir entre sí en las elecciones generales, gracias a estos partidos que les sirven de andamiaje.
En el escenario de creciente polarización al que se va tendiendo en esta elección crucial, muchos peronistas del Frente Renovador optan por retornar al kirchnerismo, ahora en la versión edulcorada de Daniel Scioli.
Cambiemos, la alianza opositora, busca convocar a sectores peronistas. Y es que la vieja polarización peronismo-antiperonismo ha perdido sentido y sólo impacta a un pequeño sector del electorado, aun cuando desde el kirchnerismo se insiste en el que el "cambio" que propone la oposición, no es nada más que un retorno a los años noventa. Así, segmentos del electorado del conurbano bonaerense son resistentes a la consigna del cambio, a pesar de que su nivel de vida dista de ser el de Alemania o Dinamarca, aunque Cristina Fernández de Kirchner y el jefe de Gabinete, Aníbal Fernández, digan exactamente lo contrario. Han instalado con fuerza una narrativa del miedo que paraliza los sectores más vulnerables, temerosos de que todo cambio supone lo peor.
Mascaradas que ocultan intenciones, aspiraciones, estadísticas y hechos.
jueves, 4 de junio de 2015
Los intendentes, los peones y el remo.
Un fenómeno que cobró fuerza en los últimos años de la democracia argentina, es el creciente protagonismo de los intendentes del conurbano bonaerense. La Provincia de Buenos Aires concentra el 38% del electorado argentino, y el conurbano, ese conglomerado de ciudades que rodean a la Ciudad Autónoma de Buenos Aires -que no es parte de la provincia-, suman el 23% del electorado total del país.
Los intendentes son como los peones del ajedrez: primera línea de combate por su cercanía al elector, con dependencia del gobernador y, en última instancia, del Poder Ejecutivo Nacional para contar con recursos.
El peón avanza lentamente, pero es la infantería imprescindible para la articulación de la gran política: los municipios del conurbano reúnen más votantes que varias provincias argentinas, lo que en el proceso de elección directa del presidente los ha convertido en piezas centrales. La paradoja es que estos municipios no cuentan con peso legislativo, como sí ocurre con las provincias, sobre todo en el Senado.
Pero, ¡atención con las aspiraciones de estos peones! El ajedrecista Aron Nimzovich nos cuenta que, para él, "(...) el peón libre tiene alma y, lo mismo que el hombre, posee aspiraciones que duermen dentro de él, en forma desconocida, y temores cuya existencia apenas sospecha". El peón del ajedrez puede transformarse en la pieza que quiera al llegar al final de su meta rectilínea: dama, caballo, alfil, torre. Todo depende de la necesidad del jugador.
Expresión de este protagonismo desmesurado de los intendentes fue la conformación del Frente Renovador para la elección legislativa de 2013, cuando Sergio Massa -entonces intendente de Tigre- sumó a otros jefes comunales a desafiar al Frente para la Victoria. Pero su proyecto político, que sostuvo durante todo el 2014 al tope de las encuestas, se fue deshilachando en el transcurso de los últimos meses. Los intendentes que se habían adherido al Frente Renovador comenzaron a retornar al Frente Para la Victoria, o bien a tantear el terreno en PRO.
Sergio Massa intentó el camino del medio: ni totalmente opositor -después de todo, fue funcionario de los gobiernos K, llegando a ser Jefe de Gabinete-, ni oficialista. Le sirvió durante un tiempo, pero esa vía se está agotando ante dos candidatos con perfiles más nítidos. Daniel Scioli ha demostrado hasta la exasperación su adhesión a la política gubernamental, tolerando los permanentes maltratos de Cristina Fernández de Kirchner. Los intendentes, estos peones con aspiraciones que albergan en lo más recóndito de sus almas, también tienen grandes temores. El mayor peligro para estos jefes comunales, la más dramática de las pesadillas que los aqueja, es perder en sus distritos. Sea ellos o bien su sucesor. Una eventual derrota los deja sin oxígeno.
Es interesante observar que los intendentes acumulan un gran poder en sus municipios, pero no logran traspasar con éxito las estrechas fronteras de su comarca. Son poco conocidos más allá de su localidad, y es por ello que son escasos los que han podido trascender como políticos nacionales: Eduardo Duhalde, Aníbal Fernández -actual Jefe de Gabinete- y, en cierta medida, Sergio Massa.
Sergio Massa, que inició su vida política en el municipio de San Martín, tuvo la visión de mudarse a Tigre, en donde gobernó durante varios períodos el intendente Ubieto, vecinalista. Pero al fallecer este líder local, Massa supo instalarse rápidamente como la nueva alternativa, y para ello le valió un alto grado de conocimiento público como administrador de ANSES. Y la ventaja de Tigre es que se trata de un municipio muy visitado durante los fines de semana por vecinos del resto del conurbano y la Ciudad de Buenos Aires.
Y es, también, la capital nacional del remo. Aun cuando la Prefectura haga todo lo posible para restringir y obstaculizar la práctica de este noble deporte.
Si Massa hubiera practicado remo, habría incorporado un concepto clave de este deporte: la coordinación. Los miembros reman a la par, coordinados, al mismo ritmo. Confían en el timón, ya que los remeros dan la espalda a la proa. El remo requiere confianza, camaradería, compromiso, resistencia, ir a la par en torno a un objetivo común. El Frente Renovador no tuvo nada de eso. En cuanto advirtieron que el timón no apuntaba hacia un objetivo común, los remeros comenzaron a abandonar el bote en forma precipitada.
Al Frente Renovador le faltó, también, densidad intelectual que le permitiera vislumbrar una visión más allá de sumar votos para ganar elecciones. Y esa densidad intelectual sí la hallamos en el kirchnerismo y en PRO y UCR.
En las próximas horas o días, sabremos si hay un gran acuerdo opositor que sume a Sergio Massa, quizás como precandidato a gobernador de la Provincia de Buenos Aires, y si como tal competirá con María Eugenia Vidal (PRO) en las PASO del 9 de agosto. Pocas veces se ha visto a un candidato presidencial negar, una y otra vez, que retira su nominación y que sigue adelante.
La aspiración de Massa es clara: alcanzar la primera magistratura de Argentina. Si no es ahora, puede pensar en cuatro u ocho años. Su más terrible temor, como el de cualquier político, es el de caer en la más absoluta irrelevancia en cuestión de días.
Los intendentes son como los peones del ajedrez: primera línea de combate por su cercanía al elector, con dependencia del gobernador y, en última instancia, del Poder Ejecutivo Nacional para contar con recursos.
El peón avanza lentamente, pero es la infantería imprescindible para la articulación de la gran política: los municipios del conurbano reúnen más votantes que varias provincias argentinas, lo que en el proceso de elección directa del presidente los ha convertido en piezas centrales. La paradoja es que estos municipios no cuentan con peso legislativo, como sí ocurre con las provincias, sobre todo en el Senado.
Pero, ¡atención con las aspiraciones de estos peones! El ajedrecista Aron Nimzovich nos cuenta que, para él, "(...) el peón libre tiene alma y, lo mismo que el hombre, posee aspiraciones que duermen dentro de él, en forma desconocida, y temores cuya existencia apenas sospecha". El peón del ajedrez puede transformarse en la pieza que quiera al llegar al final de su meta rectilínea: dama, caballo, alfil, torre. Todo depende de la necesidad del jugador.
Expresión de este protagonismo desmesurado de los intendentes fue la conformación del Frente Renovador para la elección legislativa de 2013, cuando Sergio Massa -entonces intendente de Tigre- sumó a otros jefes comunales a desafiar al Frente para la Victoria. Pero su proyecto político, que sostuvo durante todo el 2014 al tope de las encuestas, se fue deshilachando en el transcurso de los últimos meses. Los intendentes que se habían adherido al Frente Renovador comenzaron a retornar al Frente Para la Victoria, o bien a tantear el terreno en PRO.
Sergio Massa intentó el camino del medio: ni totalmente opositor -después de todo, fue funcionario de los gobiernos K, llegando a ser Jefe de Gabinete-, ni oficialista. Le sirvió durante un tiempo, pero esa vía se está agotando ante dos candidatos con perfiles más nítidos. Daniel Scioli ha demostrado hasta la exasperación su adhesión a la política gubernamental, tolerando los permanentes maltratos de Cristina Fernández de Kirchner. Los intendentes, estos peones con aspiraciones que albergan en lo más recóndito de sus almas, también tienen grandes temores. El mayor peligro para estos jefes comunales, la más dramática de las pesadillas que los aqueja, es perder en sus distritos. Sea ellos o bien su sucesor. Una eventual derrota los deja sin oxígeno.
Es interesante observar que los intendentes acumulan un gran poder en sus municipios, pero no logran traspasar con éxito las estrechas fronteras de su comarca. Son poco conocidos más allá de su localidad, y es por ello que son escasos los que han podido trascender como políticos nacionales: Eduardo Duhalde, Aníbal Fernández -actual Jefe de Gabinete- y, en cierta medida, Sergio Massa.
Sergio Massa, que inició su vida política en el municipio de San Martín, tuvo la visión de mudarse a Tigre, en donde gobernó durante varios períodos el intendente Ubieto, vecinalista. Pero al fallecer este líder local, Massa supo instalarse rápidamente como la nueva alternativa, y para ello le valió un alto grado de conocimiento público como administrador de ANSES. Y la ventaja de Tigre es que se trata de un municipio muy visitado durante los fines de semana por vecinos del resto del conurbano y la Ciudad de Buenos Aires.
Y es, también, la capital nacional del remo. Aun cuando la Prefectura haga todo lo posible para restringir y obstaculizar la práctica de este noble deporte.
Si Massa hubiera practicado remo, habría incorporado un concepto clave de este deporte: la coordinación. Los miembros reman a la par, coordinados, al mismo ritmo. Confían en el timón, ya que los remeros dan la espalda a la proa. El remo requiere confianza, camaradería, compromiso, resistencia, ir a la par en torno a un objetivo común. El Frente Renovador no tuvo nada de eso. En cuanto advirtieron que el timón no apuntaba hacia un objetivo común, los remeros comenzaron a abandonar el bote en forma precipitada.
Al Frente Renovador le faltó, también, densidad intelectual que le permitiera vislumbrar una visión más allá de sumar votos para ganar elecciones. Y esa densidad intelectual sí la hallamos en el kirchnerismo y en PRO y UCR.
En las próximas horas o días, sabremos si hay un gran acuerdo opositor que sume a Sergio Massa, quizás como precandidato a gobernador de la Provincia de Buenos Aires, y si como tal competirá con María Eugenia Vidal (PRO) en las PASO del 9 de agosto. Pocas veces se ha visto a un candidato presidencial negar, una y otra vez, que retira su nominación y que sigue adelante.
La aspiración de Massa es clara: alcanzar la primera magistratura de Argentina. Si no es ahora, puede pensar en cuatro u ocho años. Su más terrible temor, como el de cualquier político, es el de caer en la más absoluta irrelevancia en cuestión de días.
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